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Daniel Primo

Freelance Web Developer

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CibercensuraMiguel nos trae en Entre la censura y la impertinencia permitida un tema habitual pero algo escondido que afecta a todo este movimiento de la web2.0: la censura obligada contra el spam, los trolls y los insultos. Como bien dice en boulé (el blog de boulesis.com) se ve obligado a cortar y eliminar a menudo comentarios fuera de tono. Lo mismo nos ocurre a todos los que administramos sitios web que ofrecen la posibilidad al usuario de añadir comentarios, incluso si para ello es necesario registrarse. Contra el spam hay bastantes maneras de luchar (sripts antispam, captcha, exigencia de registro), pero el tema de los insultos está algo más libre de control mediante sistemas automáticos (eliminación de palabras concretas).

Y es que muchas veces los blogs y los foros son objetivo de

insultadores profesionales, que invierten su tiempo en hacernos gastar el nuestro controlando y moderando sus participaciones. Son una minoría, es cierto, pero si te descuidas pueden provocar que tu blog o tus foros pierdan interés. De todas formas no es lo mismo que de un artículo de un blog personal cuelguen descalificaciones que lo hagan en una web oficial de algún organismo (colegios, universidades, administración) o empresa. Eso lleva, finalmente, a no dar la opción de aprovechar la participación de los usuarios (al modo que se estila en la web2.0) y a cerrar las posibilidades de diálogo. No todos los organismos pueden disponer de personas encargadas de controlar los comentarios de forma continua y optan por quedarse en la web1.0.

Otros dejan ese control en manos de sus propios usuarios, como en menéame, donde los comentarios que reciben muchos votos negativos aparecen ocultos, enterrados porque desciende su karma. Obviamente esto es un arma de doble filo, ya que puede que la negatividad de ese mensaje no solo dependa de su contenido, sino también del autor y de las filias y fobias personales de los votantes. Drupal también investiga en este sentido a través del módulo simple karma.

Al final el vandalismo no es un veto, pero si un obstáculo para la participación en internet. Siempre estará ahí, pero no dejarán de surgir herramientas para intentar evitarlo.